Cuántas veces nos desesperamos por el bienestar económico de nuestros hijos y el propio y no tenemos tiempo para cuidarlos, jugar con ellos, charlar tranquilos de nada en especial, tiempo no apurado, como decía María Elena Walsh.
En la novela El penúltimo sueño, Angela Becerra plantea este tema entre otros.
El amor, la familia, los mandatos y los deseos que tenemos para con nuestros hijos que no siempre coinciden con lo que ellos desean.
Como en toda novela que se preste de tal aparecen polarizados la fortuna y el amor y el tema de la relación entre padres e hijos con sus bemoles circula durante toda la historia. Más allá de recomendar su lectura porque es entretenida y apasionada, sugiero que repensemos qué vínculo tenemos con nuestros hijos y cuál queremos tener. No es común que nos demos tiempo para pensar en qué modo vivimos nuestros vínculos cercanos hasta que algo sucede e ilumina la escena. Propongo repensar en ellos más allá de algún evento en particular. Con nuestros hijos y porque no también con nuestros padres, pasan un montón de situaciones a veces no tan visibles, pero sí muy importantes y constitutivas. Darles lugar nos va a permitir disfrutar más de estas relaciones tan importantes, que a veces sin darnos cuenta, descuidamos.
Lic. Marisa Ludmer