El ajedrez es un juego muy interesante. No solo por su dinámica sino por todo el simbolismo social y cultural que encierra. Se han hecho muchos paralelos entre el ajedrez y distintas escenas o circunstancias de diversos contextos. Hoy propongo compararlo con los movimientos de la vida.
Es un tablero con muchas piezas, algunas iguales y otras diferentes. No todas se mueven igual ni tienen el mismo valor pero todas pueden hacer jugadas y que ganes o pierdas la partida no depende del valor de la ficha sino de cómo la muevas. La ficha más común y con menos movimientos puede ganarle a la ficha más poderosa. El ajedrez echa por tierra la idea de prejuicio ya que siempre puede aparecer una alternativa inesperada, un movimiento que invita a una nueva jugada. En la vida muchas veces nos pasa lo mismo. Incluso a veces se nos da vuelta el tablero y no sabemos qué hacer. Ahí tenemos que disponer de jugadas nuevas. Algunas estudiadas, otras inventadas, otras intuitivas. En ocasiones no podemos inventar nuevas fichas, pero si podemos encontrar la forma de que las fichas que tenemos nos permitan, ubicadas en forma diferente, armar nuevas jugadas. Podríamos perder el tablero y ahí deberemos cambiar de juego… Pero siempre está la posibilidad de una alternativa o de una segunda partida.
Lic. Marisa Ludmer