Puede haber muchos motivos para que eso pase… Lo cierto es que aunque no nos demos cuenta la vida es un cambio constante. A veces más a luces vista, otras más solapadamente. Estamos en constante movimiento y si nos resistimos lo único que conseguimos es frenarnos. Los cambios a veces asustan (a algunos, no a todos) porque no conocemos lo nuevo. Hay gente que a los cambios les da la bienvenida fácilmente, se adapta en un minuto y hasta los disfruta. Su esencia no está en el evento o en la circunstancia, sino en su propia persona y el cambio que sea es parte de su escenario no de su existencia. Muchas veces confundimos las situaciones que vivimos con nuestra propia esencia y entonces sentimos que cambiar podría representar perdernos de nosotros mismos. No nos damos cuenta de que cambiar es parte de ser nosotros mismos, de evolucionar, de crecer. Los prejuicios acerca de los cambios hacen que muchas veces nos arraiguemos identitariamente a lugares, barrios, calles, vínculos, trabajos, actitudes y pensemos que si los soltamos no vamos a saber donde pararnos. No nos damos cuenta de que el cambio es parte de la vitalidad de la vida, de la evolución. ¿Imagínense si en toda su vida el bebe no evolucionara? ¿Quedaría siempre bebito? ¿Cuánto podría vivir así dependiendo de otro? Evolucionar, crecer, cambiar, modificar es sinónimo de vida!
¡Bienvenidos los cambios! Significa que estamos vivos y que nosotros mismos vamos modificandonos para que esto suceda.
Lic. Marisa Ludmer