Cuando uno escucha la palabra silencio una serie de fantasías e imágenes vienen a la mente. En general las primeras asociaciones a la palabra silencio remiten a vacío, miedo, incertidumbre. Si nos detenemos un poco más en la palabra, nos corremos del impacto y le damos una segunda vuelta, aparecen las ideas de pausa, espacio, tiempo.
Parafraseando el libro El silencio primordial de Santiago Kovadloff, podríamos decir muchas cosas acerca del silencio. Cuando leí por primera vez el libro, pensé como se puede decir tanto sobre el silencio y cuando lo terminé de leer, me dí cuenta que se pueden decir un montón de cosas. Para ello, hay que romper la sinonimia de silencio con vacío y conectar el silencio con la idea de pausa.
El silencio forma parte de nuestra vida cotidiana.
Hay distintos tipos de silencio. De vacío, de reflexión, de miedo, de espera, de angustia, de tristeza, de asociación, de recuerdo…
A veces el silencio es pensado como un agujero negro sin salida y otras el silencio es el que habilita la salida. La pausa para la reflexión cuando uno está atolondrado o el silencio para calmar la mente y poder pensar, resuenan con esta idea.
Podemos pensar el silencio como oxígeno, como el espacio que permite parar, reflexionar y elegir por dónde seguir sin que nos arrastre la vorágine que nos propone la vida actual.
Es el espacio el que permite que la palabra tenga sentido en el texto. Imagínense un libro con todas las letras de las palabras en continuado y sin puntuación? Sería ilegible.
El silencio asociado al vacío, a la no producción. La pausa se asocia a tiempo muerto y se pierde la vida que genera esa pausa.
Parar, desensillar, pensar, son generadores de inmensidad de situaciones, sin embargo, muchas veces en nuestra cultura son vistos como frenos que atentan contra la idea de productividad, sin registrar que son esos espacios los que nos permiten ser productivos.
En algunas ocasiones, las personas están tan desesperadas por que no haya silencios, que los tapan con ruido. A veces uno está en silencio, pero la cabeza está llena de ruido y barullo.
El silencio a veces es tomado como sinónimo de aburrido, como antipático si uno está con otro o como agresivo, si uno espera que el otro hable. Pero también el silencio puede ser un espacio de recreo, de conexión, de registro del otro. No siempre hablar con otro significa que uno esté conectado con ese otro.
Hay muchos prejuicios acerca de la idea de silencio y es necesario visibilizarlos para apreciar la sabiduría que encierra el silencio.
Instalar la pausa en el torbellino cotidiano, permite pensar, permite la intimidad, habilita el espacio con nosotros mismos, aunque a veces, esta situación nos resulte temida.
El silencio tiene una dimensión singular y para cada uno representa algo diferente.
Nos deseo poder encontrar el silencio necesario para poder darnos lugar a nosotros mismos, salteando los prejuicios de la sociedad moderna, que dice que no pares asi sos exitoso. Confundiendo éxito con producción ininterrumpida.
El vivir acelerado, es la mayor traba para el éxito.
Lic. Marisa Ludmer