¿Para qué sirven? ¿Cuál es el sentido? ¿Pertenencia? ¿Contacto? ¿Vínculo? ¿Intercambio? Muchas veces son un dilema porque a veces no queremos ir, a veces nuestros hijos no quieren ir y nos sentimos forzados a hacer algo que no tenemos ganas. El efecto de esos encuentros se ve y valora con los años o con las pandemias. Agradecida de haber tenido muchas reuniones familiares y amistosas. Considero que este tipo de reuniones son el mejor capital que uno le puede dejar a los hijos. Obviamente con reuniones familiares no me refiero solo a familia de origen. Me refiero a extender el campo familiar y que no sea solo la familia nuclear la referencia de nuestros hijos. Los otros, los diferentes a nosotros, los que piensan distinto, son una gran fuente de nutrientes y experiencias para ellos.A veces la sola idea de tener que ir a una reunión familiar hincha, molesta, habrá que soportar a ese familiar que no queremos ni ver, pero seguramente también estar con aquellos que sí tenemos ganas de compartir. Por algo la humanidad insiste en este tipo de encuentros desde tiempos inmemoriales.
Estar con otros nutre, da herramientas, amplía el mundo. ¿Se puede obligar a los hijos que vengan a esas reuniones aunque sean adolescentes y no tengan muchas ganas? Por supuesto, si son parte de los valores y las enseñanzas que queremos transmitir! Uno nunca sabe las vueltas de la vida y que efecto podrán producir esos encuentros aunque sean forzados en ocasiones. La familia y los amigos son parte del capital que legamos a nuestros hijos. Son soporte, aporte, consuelo, tierra firme donde hacer pie y si no es tan firme, nos estimula a buscar espacios más firmes donde poder nutrirnos y salir de nosotros mismos.
Si valoramos esos espacios sociales de intercambio en lugar de molestarnos por tener que participar de ellos, seguramente descubramos un mundo inimaginado.
Lic. Marisa Ludmer